Todo comenzó una noche de frío otoño. El rocío caía sin cesar, creando
un manto blanco de paz en el espeso bosque. La brillante y dulce luz de la luna
contrastaba con los perturbantes ruidos y vibraciones que se sentían en los
alrededores del pueblo. Hacía desde ya varios días, que la intranquilidad
envolvía las noches: gritos, rugidos, aullidos, estruendos y fuertes pisadas
aturdían y desesperaban a los habitantes de Camelot. Los guardias que habían
sido enviados por el rey Arturo al bosque para ver que sucedía, regresaron
atónitos, sin poder siquiera explicar lo que habían visto. Como si estuvieran
encantados.
-"...Esto no puede seguir así,-replicó Arturo-. La gente está exaltada y
muy asustada. Deberán hacer algo caballeros..."-y dirigiéndose a Gawayne
dijo: "Valiente sobrino, ve al Sombrío y encuentra al causante de este
misterio. Encárgate del asunto y trae a su responsable"...
-"...Así lo haré mi rey..."-contestó Gawayne; e inmediatamente retirándose de la Mesa Redonda, despidió a los caballeros, recogió su armadura, preparó a su caballo, Gringalet y, solo, emprendió su viaje. Una nueva aventura comenzaba para él.
-"...Así lo haré mi rey..."-contestó Gawayne; e inmediatamente retirándose de la Mesa Redonda, despidió a los caballeros, recogió su armadura, preparó a su caballo, Gringalet y, solo, emprendió su viaje. Una nueva aventura comenzaba para él.
Traspasando la intensa neblina de aquel día tan fresco, atravesó el
bosque y se adentró por un sendero de piedras radiantes. Un presentimiento
extraño invadió su corazón. No eran las mismas sensaciones que había tenido en
sus anteriores travesías. Esta vez...algo...era distinto.
En el infinito paso del tiempo, la noche se acercaba y no había
ningún rastro de algo raro. Gawayne
buscó incesablemente sin lograr encontrar al culpable. Pero, de un segundo a
otro, los extraños sonidos comenzaron a escucharse, por lo que el joven se
preparó rápidamente, en posición de ataque. Sigilosamente comenzó a caminar con
su gran espada, siguiendo los ruidos que eran cada vez más fuertes; hasta que
de repente, apareció una gran manada de animales salvajes, completamente
enloquecidos, que casi derriban al caballero, si no fuese por su hábil
percepción, dejándolo impactado ante tremendo espectáculo. Siguiendo su
instinto valeroso, con el cuerpo todavía temblando, Gawayne se adentró en un
terreno desconocido, persiguiendo los rastros de aquellas fieras. El sol ya
había desaparecido entre las verdes colinas, cuando sorpresivamente vio un
bulto escondido, detrás de un gran árbol Ciclamor.
Comenzó a correr hacia el mismo, sin otra
intención mas que atacar .Sin embargo, al acercarse, se contuvo al ver una
esplendorosa figura femenina: una hermosa joven de hermoso y delicado rostro,
se presentaba ante los ojos de Gawayne, quienes encandilados por la luminosidad
que ella emanaba, descubrieron que se trataba de un hada. La sorpresa fue de
ambos, por la apasionante atracción que sintieron al verse. La luna con su
grandioso esplendor, desprendía un tinte centellante como el mismísimo rayo del sol.
Sin salir de la
admiración, Gawayne con un tono dulce como la miel preguntó: "...-¿Quién
eres sublime dama?-..." -"¿Quién eres tú?"-contestó ella
alborotadamente. Gowayne le explicó las razones por las cuales él se encontraba
allí, luego de presentarse como uno de los caballeros de la Mesa
Redonda.-"¿Tu sabes quién ha estado perturbando la calma de mi pueblo con
aquellos animales desaforados?"- .El hada, con una triste expresión en su
cata, le dijo:-"yo he sido la culpable de aquellos estruendos. Pero juro,
no ha sido mi intensión. Yo tan solo he tratado de agradarles a los seres
animales, hace ya varios días que he llegado en busca de mi destino, y desde
aquel momento no he dejado de sufrir porque no me aceptan como soy, por mi
brillante luz, mis alas, mi vestimenta, por ser un espíritu de la naturaleza,
no se cuál es la causa..-"."-Pero si eres un ser tan especial, tan
perfecto y precioso"- dijo el apuesto caballero, quien se sonrojó al hacerlo.
El hada quedó muda ante sus palabras; con una mirada que expresaba ilusión y
deseo. Pero de un momento a otro, sacudiendo su cabeza contestó: -"No
tiene por qué mentir, yo no soy nadie. No sirvo en este mundo cruel." y
una lágrima comenzó a correr por su pálido rostro. Se sentía tan apenada,
avergonzada y dolorida que su cuerpo empezó a desvanecerse, cuando sutilmente
Gawayne la sostuvo entres sus brazos. Expresándole unas sencillas palabras de
consuelo llenas de ternura, el joven tomándole el rostro entre sus manos le
regaló un dulce beso...un beso que sería la llave que abriría sus corazones al
verdadero amor.
Aquella noche
repleta de chispas de pasión, compartieron aquel sentimiento inmensamente
profundo y validoso. Fue indescriptiblemente maravilloso.
A pesar de todo,
al amanecer el joven Gawayne se llevaría la desilusión mas grande de su vida
entera. Su amor ya no estaba, como si el viento se la hubiese llevado con el
primer rayo de luz. "Esto no puede haber sido un sueño" gritaba
desesperado. Inmerso en una terrible angustia, corrió al castillo de Camelot.
Llegó justo cuando los Caballeros de la Mesa Redonda y el rey Arturo estaban
reunidos.
Les explicó todo
lo que había ocurrido, y en un estado de ahogo, casi llorando, le rogó a su tío
que lo ayudara a encontrar a su hada. Arturo, compadeciéndose del joven le
dijo: "Querido Gawayne, se que estás muy dolorido por lo que ha pasado
pero debes entender que no puedo hacer nada contra las leyes de la vida y de la
naturaleza. No sabemos lo que ha sucedido con tu doncella, aunque esta claro
que tu, al igual que siempre, has hecho lo que te he pedido por el bien de
todos nosotros; La serenidad regresará al pueblo. Debes ser fuerte sobrino mío,
se que eres un hombre muy valientes y leal. Por ello, lograrás resistir y
superar las desdichas y honrar la vida que Dios ha preparado para ti. Yo te doy
aliento y aclamo por tu fortaleza y tú coraje".
Gawayne supo
escuchar y acatar el mensaje que el rey Arturo
le dio, como noble caballero que es. Sin embargo, por dentro, no podía
olvidar a su gran amor.
Los días pasaron como tormentas en el mar. Hasta que una noche, cuando la luna comenzaba a asomarse, el joven enamorado regresó al bosque, más precisamente al árbol del amor donde había conocido a su maravillosa hada. Allí se recostó sobre el frío suelo y mirando el esplendoroso cielo estrellado, comenzó a recordar cada instante de pasión que había vivido en ese mismo lugar...la oscuridad lo sorprendió cuando una estrella radiante como el fuego, parpadeó con una destellante luz repetidas veces: era su amada, que le decía que no estaba solo.
Los días pasaron como tormentas en el mar. Hasta que una noche, cuando la luna comenzaba a asomarse, el joven enamorado regresó al bosque, más precisamente al árbol del amor donde había conocido a su maravillosa hada. Allí se recostó sobre el frío suelo y mirando el esplendoroso cielo estrellado, comenzó a recordar cada instante de pasión que había vivido en ese mismo lugar...la oscuridad lo sorprendió cuando una estrella radiante como el fuego, parpadeó con una destellante luz repetidas veces: era su amada, que le decía que no estaba solo.
Así, Gawayne
superó sus penas y obstáculos, afrontando sus responsabilidades como caballero,
con la lealtad al frente de todos sus actos, pero sabiendo muy bien que todas
las noches podría contemplar a su amor bajo la luz de la luna.
Integrantes:Santiago Cuenca,Florencia Berguño, Lucia Navarro y Milena Fontanet
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