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viernes, 27 de abril de 2012

Sir Gawayne y El Hada del bosque


  Todo comenzó una noche de frío otoño. El rocío caía sin cesar, creando un manto blanco de paz en el espeso bosque. La brillante y dulce luz de la luna contrastaba con los perturbantes ruidos y vibraciones que se sentían en los alrededores del pueblo. Hacía desde ya varios días, que la intranquilidad envolvía las noches: gritos, rugidos, aullidos, estruendos y fuertes pisadas aturdían y desesperaban a los habitantes de Camelot. Los guardias que habían sido enviados por el rey Arturo al bosque para ver que sucedía, regresaron atónitos, sin poder siquiera explicar lo que habían visto. Como si estuvieran encantados.
-"...Esto no puede seguir así,-replicó Arturo-. La gente está exaltada y muy asustada. Deberán hacer algo caballeros..."-y dirigiéndose a Gawayne dijo: "Valiente sobrino, ve al Sombrío y encuentra al causante de este misterio. Encárgate del asunto y trae a su responsable"...
-"...Así lo haré mi rey..."-contestó Gawayne; e inmediatamente retirándose de la Mesa Redonda, despidió a los caballeros, recogió su armadura, preparó a su caballo, Gringalet y, solo, emprendió su viaje. Una nueva aventura comenzaba para él.
   Traspasando la intensa neblina de aquel día tan fresco, atravesó el bosque y se adentró por un sendero de piedras radiantes. Un presentimiento extraño invadió su corazón. No eran las mismas sensaciones que había tenido en sus anteriores travesías. Esta vez...algo...era distinto.
   En el infinito paso del tiempo, la noche se acercaba y no había ningún  rastro de algo raro. Gawayne buscó incesablemente sin lograr encontrar al culpable. Pero, de un segundo a otro, los extraños sonidos comenzaron a escucharse, por lo que el joven se preparó rápidamente, en posición de ataque. Sigilosamente comenzó a caminar con su gran espada, siguiendo los ruidos que eran cada vez más fuertes; hasta que de repente, apareció una gran manada de animales salvajes, completamente enloquecidos, que casi derriban al caballero, si no fuese por su hábil percepción, dejándolo impactado ante tremendo espectáculo. Siguiendo su instinto valeroso, con el cuerpo todavía temblando, Gawayne se adentró en un terreno desconocido, persiguiendo los rastros de aquellas fieras. El sol ya había desaparecido entre las verdes colinas, cuando sorpresivamente vio un bulto escondido, detrás de un gran árbol Ciclamor.
 Comenzó a correr hacia el mismo, sin otra intención mas que atacar .Sin embargo, al acercarse, se contuvo al ver una esplendorosa figura femenina: una hermosa joven de hermoso y delicado rostro, se presentaba ante los ojos de Gawayne, quienes encandilados por la luminosidad que ella emanaba, descubrieron que se trataba de un hada. La sorpresa fue de ambos, por la apasionante atracción que sintieron al verse. La luna con su grandioso esplendor, desprendía un tinte centellante como el  mismísimo rayo del sol.
   Sin salir de la admiración, Gawayne con un tono dulce como la miel preguntó: "...-¿Quién eres sublime dama?-..." -"¿Quién eres tú?"-contestó ella alborotadamente. Gowayne le explicó las razones por las cuales él se encontraba allí, luego de presentarse como uno de los caballeros de la Mesa Redonda.-"¿Tu sabes quién ha estado perturbando la calma de mi pueblo con aquellos animales desaforados?"- .El hada, con una triste expresión en su cata, le dijo:-"yo he sido la culpable de aquellos estruendos. Pero juro, no ha sido mi intensión. Yo tan solo he tratado de agradarles a los seres animales, hace ya varios días que he llegado en busca de mi destino, y desde aquel momento no he dejado de sufrir porque no me aceptan como soy, por mi brillante luz, mis alas, mi vestimenta, por ser un espíritu de la naturaleza, no se cuál es la causa..-"."-Pero si eres un ser tan especial, tan perfecto y precioso"- dijo el apuesto caballero, quien se sonrojó al hacerlo. El hada quedó muda ante sus palabras; con una mirada que expresaba ilusión y deseo. Pero de un momento a otro, sacudiendo su cabeza contestó: -"No tiene por qué mentir, yo no soy nadie. No sirvo en este mundo cruel." y una lágrima comenzó a correr por su pálido rostro. Se sentía tan apenada, avergonzada y dolorida que su cuerpo empezó a desvanecerse, cuando sutilmente Gawayne la sostuvo entres sus brazos. Expresándole unas sencillas palabras de consuelo llenas de ternura, el joven tomándole el rostro entre sus manos le regaló un dulce beso...un beso que sería la llave que abriría sus corazones al verdadero amor.
   Aquella noche repleta de chispas de pasión, compartieron aquel sentimiento inmensamente profundo y validoso. Fue indescriptiblemente maravilloso.
   A pesar de todo, al amanecer el joven Gawayne se llevaría la desilusión mas grande de su vida entera. Su amor ya no estaba, como si el viento se la hubiese llevado con el primer rayo de luz. "Esto no puede haber sido un sueño" gritaba desesperado. Inmerso en una terrible angustia, corrió al castillo de Camelot. Llegó justo cuando los Caballeros de la Mesa Redonda y el rey Arturo estaban reunidos.
   Les explicó todo lo que había ocurrido, y en un estado de ahogo, casi llorando, le rogó a su tío que lo ayudara a encontrar a su hada. Arturo, compadeciéndose del joven le dijo: "Querido Gawayne, se que estás muy dolorido por lo que ha pasado pero debes entender que no puedo hacer nada contra las leyes de la vida y de la naturaleza. No sabemos lo que ha sucedido con tu doncella, aunque esta claro que tu, al igual que siempre, has hecho lo que te he pedido por el bien de todos nosotros; La serenidad regresará al pueblo. Debes ser fuerte sobrino mío, se que eres un hombre muy valientes y leal. Por ello, lograrás resistir y superar las desdichas y honrar la vida que Dios ha preparado para ti. Yo te doy aliento y aclamo por tu fortaleza y tú coraje".
   Gawayne supo escuchar y acatar el mensaje que el rey Arturo  le dio, como noble caballero que es. Sin embargo, por dentro, no podía olvidar a su gran amor.
   Los días pasaron como tormentas en el mar. Hasta que una noche, cuando la luna comenzaba a asomarse, el joven enamorado regresó al bosque, más precisamente al árbol del amor donde había conocido a su maravillosa hada. Allí se recostó sobre el frío suelo y mirando el esplendoroso cielo estrellado, comenzó a recordar cada instante de pasión que había vivido en ese mismo lugar...la oscuridad lo sorprendió cuando una estrella radiante como el fuego, parpadeó con una destellante luz repetidas veces: era su amada, que le decía que no estaba solo.
   Así, Gawayne superó sus penas y obstáculos, afrontando sus responsabilidades como caballero, con la lealtad al frente de todos sus actos, pero sabiendo muy bien que todas las noches podría contemplar a su amor bajo la luz de la luna.
Integrantes:Santiago Cuenca,Florencia Berguño, Lucia Navarro y Milena Fontanet

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